
3. ¿Dónde está el Mesías? El niño Ángel Gabriel

Ángel Gabriel Palomino del Monte sería un joven como cualquiera de no haber nacido en Colombia, si su madre no hubiera sido secuestrada y él no hubiera crecido en medio de la selva. Antes de escudriñar en la Biblia vio cómo se acababa la vida de un hombre con un tiro en la cabeza. Antes de ver un automóvil voló en un avión. No hay como crecer en medio del monte entre guerrilleros y delincuentes para que las experiencias sean totalmente diferentes al común de los humanos.
Angelina del Monte, la madre de Ángel Gabriel, tuvo la valiente idea de denunciar por la emisora radial donde trabajaba de locutora todas las maldades de un político de su municipio. No sucedió nada, aunque a los pocos días fue secuestrada por un movimiento guerrillero. Embarazada, cargaba a quien fuera luego su único hijo fruto del amor con el señor Francisco Palomino, muerto por fatal accidente automovilístico en los mismos días de la concepción, si es que la fatalidad es sinónimo de un conductor borracho que lo atropelló en un lugar donde no debiera ocurrir ninguna colisión. Recogida por un médico cautivo de la guerrilla parió en el monte una linda criatura que perpetuaba el amor por un compañero de la vida que siempre la apoyó en su carrera.
Tenía diez años de nacido Ángel Gabriel cuando la aviación bombardeó el campamento donde estaban secuestrados. Los rebeldes, sorprendidos, huyeron hacia refugios en la selva. Angelina se bañaba y sólo tuvo tiempo de tomar al niño y refugiarse en una suerte de espacio muy pequeño debajo de un montón de grandes troncos de árboles que habían cortado para leña de la cocina. No quedó nada donde la metralla no hiciera impacto y las bombas cayendo explotaban como anuncio macabro de la llegada de la muerte. Esto se sucedió durante intervalos de cinco a diez minutos mientras en la seguridad del improvisado bunker Ángel Gabriel lanzaba gritos de horror y ella temblaba.
Después de un silencio donde la espera del otro ataque era lo suficiente larga como para comprender que el peligro había terminado Angelina tomó una decisión: si había salvado la vida la arriesgaría otra vez, huiría por la selva alejándose de los guerrilleros hasta encontrar gente pacífica. Así deambuló por días con la poca comida que pudo agarrar en la cocina que atendía en el campamento. Si el ataque fue terrible el miedo a las fieras y a todo tipo de alimañas del monte era peor. Sin la menor idea de algún lugar adonde dirigirse tampoco encontraba un río para seguir su curso hasta encontrar algún asentamiento campesino.
Cuando ya no tenían alimentos ni agua vio al avión que no parecía del ejército y desde la posición en la que estaba observó parte de su vuelo, bajando y perdiéndose entre los árboles al mismo tiempo que los motores se apagaron ¿Habría un campo de aterrizaje en esta parte de la selva? La única forma de saberlo era seguir el rumbo del aeroplano hasta llegar a ese lugar. Miró desde la posición privilegiada que tenía la pequeña elevación montañosa y trazó un croquis mental para no perderse. Cada vez que los árboles le permitieran mirar se guiaría por los puntos marcados. Todavía tardó tres días para llegar a la cercanía. Desde una colina vio algo parecido a una pista. Dos días más de caminata con hambre y tomando del rocío de las hojas el agua mientras que Ángel Gabriel de tan flaco parecía un cadáver.
Al fin, aquello era una obra humana… era una pista de aterrizaje. Gente buenísima… ¿Quién podría saberlo?... ¿Delincuentes? Ya no podía más… pediría ayuda (seguir leyendo)
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